Los problemas políticos no son solo políticos. Por eso, el escándalo de la criptoestafa tiene su impacto en la economía argentina que ya exhibía antes del episodio, sin estos aditamentos inesperados, dificultades coyunturales, además de las estructurales que arrastra desde hace décadas.
El escándalo desatado el viernes y que escaló durante todo el fin de semana repercutió negativamente en el mundo financiero. El ministro Luis Caputo se vio obligado a intervenir activamente para evitar una caída bursátil de proporciones y una disparada del dólar blue y los dólares financieros. Apeló a tácticas heterodoxas, ubicadas en las antípodas de la ortodoxia liberal-libertaria. Las intervenciones no son esporádicas y por cifras menores. Según un informe recientemente conocido de JP Morgan, el Banco Central lleva gastados casi u$s21.000 millones para frenar el dólar, cifra que trepa a casi 40.000 millones si se suma lo gastado en el blend. Es decir, las intervenciones vienen desde hace tiempo pero fueron mucho más intensas en los últimos días, en un contexto político de debilitamiento del gobierno.
Operadores financieros estimaron que el martes, entre el Banco Central y la ANSES, a través de su Fondo de Garantía de Sustentabilidad, utilizaron más de mil millones de dólares para que no suban los dólares CCL y MEP y para que no se derrumbe el Merval.
El riesgo país, mientras tanto, se sitúa por arriba de los 700 puntos, complicando el retorno de la Argentina al mercado de los créditos internacionales para refinanciar parte de los vencimientos de las deudas asumidas con acreedores privados. Las reservas brutas del Banco Central continúan cayendo -se ubican en u$s28.361 millones, el segundo valor más bajo desde octubre del año pasado-, y disminuyen también los depósitos en dólares.
El impacto de estos días agrava una situación ya de por sí delicada. Con un dólar atrasado y otras medidas de desregulación, el aumento de las importaciones amenaza con extinguir el superávit, uno de los logros que puede exhibir el gobierno nacional en sus primero catorce meses de gestión.
Al mismo tiempo, el consumo sigue en niveles históricamente bajos por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y es muy probable que, pese a los pronósticos oficiales, la inflación se mantenga por arriba del 2% por un aumento inesperado de los alimentos durante febrero. Y con una devaluación administrada del dólar oficial, ahora del 1% mensual, el atraso en la cotización de la divisa norteamericana se acentuará aun más, repercutiendo negativamente en la competitividad de los sectores productivos de la Argentina y comprometiendo el superávit de la balanza comercial, que en enero de este año fue de apenas sólo u$s142 millones, un 91% por debajo del de diciembre 2024.
Debería el gobierno, particularmente el presidente, centrar su atención en gestionar una economía con graves problemas y desentenderse de experimentos financieros que, lejos de realizar un aporte, constituyen una estafa para miles de ahorristas y un golpe a la credibilidad de la gestión, justo cuando lo que se necesita es transmitir confianza y vocación de transparencia.