lunes 10 de febrero de 2025
Análisis

"Es el patriarcado, estúpido..."

Por Lic. Juan José Sánchez (*)

La violencia, toda la violencia física, es un componente esencial del patriarcado: "Si te pegan, defendete, no seas marica". Los roles de género, es decir, los comportamientos aceptados socialmente de varones y mujeres, son construcciones sociales. No son innatos, sino que son construcciones culturales arquetípicas, que se repiten de generación en generación. Se construyen socialmente a través de instituciones sociales: la familia, la educación, los medios de comunicación, es decir, a través de la cultura, y de la historia de la humanidad, de cada una de las sociedades particulares. Esto significa que los roles de varones y mujeres no son fijos ni universales, sino que varían según el contexto cultural e histórico.

La sociedad moderna ha creado una polarización excesiva entre los roles de género: la mujer CUIDA y CRÍA (materna, brinda afecto); el varón PROVEE y PROTEJE de agresiones externas.

Cuántas veces escuchamos frases como algunas de estas: La mujer tiene que ser madre; es débil; usa vestidito; le gusta el color rosa; juega con muñecas; lava, cocina, enseña y cura; etc. El varón es padre; jefe de familia(con la connotación de que debe ser el principal ingreso monetario de la casa); es fuerte, tiene que llevar los pantalones bien puestos, le gusta el color azul, juega al futbol, juega con autitos y soldaditos; sale de la casa a trabajar; va a la guerra; etc .Esos son los rasgos de la formación diferencial de mujeres y varones, por lo menos en el occidente del capitalismo industrial.

Es decir, hay una rigidez y falta de flexibilidad en la forma en que se definen y se viven los roles de varones y mujeres. Esta construcción entró en crisis en las últimas décadas, precisamente con el fin del Capitalismo Industrial de pleno empleo y del Estado de Bienestar.

En este sentido, el economista y psicólogo analista junguiano Luigi Zoja, plantea que la identidad masculina se ha construido históricamente en torno a la idea de la dominación y el control, lo que él llama la "ley del patriarcado". Como se dijo, esta ley establece que los varones deben ser fuertes, agresivos y dominantes, mientras que las mujeres deben ser débiles, sumisas y cuidadoras. Insisto, estos roles no son naturales, no están determinados por la biología, son roles socialmente construidos en procesos culturales, marcados a fuego en el inconsciente colectivo. Son construcciones de siglos, que determinan arquetipos que se repiten de generación en generación.

Lo más importante es que la identidad masculina está en crisis en nuestra sociedad, ya que los varones nos enfrentamos a una serie de cambios y desafíos que cuestionan la tradicional definición de la masculinidad, lo que define el "ser varón", lo que se espera como buen comportamiento de los varones. El fin del pleno empleo, la desocupación y precariedad laboral, cuestionan la construcción del rol proveedor de los varones (ya no es el que trae el dinero a la casa). Los nuevos puestos de trabajo en servicios que pueden ser compatibles con las capacidades de las mujeres, y los avances importantísimos en la participación pública femenina (la mujer ya no es la que se queda a criar dentro de la casa), las luchas de los feminismos, cuestionan los rígidos estereotipos culturales masculinos, y no los nuevos roles femeninos, ya que las mujeres ven ampliadas sus posibilidades de actuación.

El resultado es la exacerbación de los comportamientos vinculados a la explosión de la fuerza física. Se trata de una deformación del rol “protector” estereotipado culturalmente. El varón, el que era quien defendía a su familia de las agresiones externas, se convierte en una persona violenta, contra sus pares varones, contra su familia y contra sí mismo. Efectivamente, ¿nos hemos preguntado cuántos detenidos por causas violentas hay en prisión? ¿Cuántos son varones y cuántas son mujeres? ¿Qué porcentaje de agresiones violentas se producen en las familias causadas por varones y cuántas causadas por mujeres? ¿Qué cantidad de suicidios hay de varones y cuantos de mujeres?

Según la UNODC (2014, Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), cerca de 95% de los homicidas en todo el mundo son varones. Las víctimas también son mayoritariamente varones (el 80%).

El testimonio de un sargento de policía de Colombia, con 30 años de experiencia, explica estas estadísticas a la agencia periodística BBC Mundo:

"Siempre encuentro lo mismo: nuestra cultura machista hace que los hombres sean más dominantes, más fuertes, que quieran defender lo suyo a capa y espada y que -como dicen aquí- 'no se la dejen montar de nadie'. Y si a eso se suma el uso de sustancias estupefacientes y la promesa de dinero fácil y rápido en zonas de mucha pobreza, el hombre tiende a ser más violento" (…)"Aquí vulgarmente se dice que las mujeres son el sexo débil porque son más maternales y conservadoras. Pero claro que las mujeres matan, sino que generalmente lo hacen en defensa propia".

A nivel global (pero muy parejo entre los distintos continentes), sólo el 5% de las personas condenadas por crímenes violentos son mujeres, pero el 21% de las víctimas fueron mujeres (Estudio Mundial sobre el Homicidio UNODC, 2013).En América Latina en general, el 71% de los casos resueltos de crímenes violentos de mujeres (homicidios de mujeres en general) son causados por parejas, o ex parejas o familiares cercanos.Por otro lado, casi el 70% de las víctimas de homicidios entre parejas o intrafamiliares son mujeres. En España, un informe del Consejo General del Poder Judicial entre 2016 y 2018, da cuenta de que el 85,8% de las víctimas mortales a manos de su pareja o expareja son mujeres asesinadas por varones.

¿Y qué pasa en Argentina? Un informe sobre “Homicidios Agravados Por Razones De Género: Femicidios Y Crímenes De Odio”, de la Unidad fiscal especializada en violencia contra las mujeres (UFEM, 2016), expresa:

“En nuestro país, la ley 26.791, sancionada el 14 de noviembre de 2012, reformó el artículo 80 del Código Penal para criminalizar de modo agravado ciertos homicidios especialmente relacionados con el fenómeno de la violencia de género. En particular, actos violentos por razones de género. Esta norma amplió la figura del homicidio calificado por el vínculo (inciso 1°) y el catálogo de crímenes de odio (inciso 4°), e incorporó las figuras de femicidio (inciso 11°) y “femicidio vinculado” (inciso 12°)”.

Y da cuenta de que en los primeros 4 años de implementación, el 98% de los autores de delitos violentos por razones de género fueron varones. Sobre las víctimas: el 83% fueron mujeres; 4% mujeres trans; 9% varones menores asesinados por defender a su madre; 2% varones agresores muertos en el hecho; 2% fueron varones gay.

Respecto a los suicidios, a nivel mundial se estima que más del 65% de los suicidios son cometidos por varones.

La evidencia empírica es abrumadora: la violencia física es casi absolutamente masculina, y es un componente fundamental del patriarcado. Son varones la gran mayoría de los que matan a otro varón. Son varones la gran mayoría de los que matan a las mujeres, simplemente por ser mujer, y mayoritariamente: “su mujer”. Y son los varones los más propensos a matarse a sí mismo: la gran mayoría de los suicidios son de varones y en edad productiva.

Es curioso cómo el presidente Javier Milei interpretó esta evidencia en el Foro de Davos 2025. Él dice que, como existen más varones que mujeres encarceladas por motivos violentos, no habría equidad de género… ¿Qué sería la equidad de género en este caso? ¿Pretende el presidente que se apliquen sanciones más leves a los varones y más duras a las mujeres hasta equiparar la cantidad de varones y de mujeres encarceladas por motivos violentos? Como queda claro en las evidencias: crímenes violentos entre pares; crímenes intrafamiliares; femicidios y suicidios son causados por varones, la violencia es masculina y resabio patriarcal, a partir de un profundo dolor por no poder cumplir con el mandato cultural de género.

En su conferencia de prensa del 28 de enero pasado,en relación a la eliminación de la figura de “femicidio”, el vocero presidencial Manuel Adorni refiriéndose a una periodista mujer, le dijo: “Si a mí me matan y también te matan a vos, me gustaría que el trato fuera igual, y no que vos tengas algún tipo de connotación adicional por eso” (…) “Estamos trabajando para que los argentinos seamos iguales ante la ley, y esto va en línea con eso. No va en sacarle ningún derecho a ninguna mujer, todo lo contrario”. La ignorancia o la maldad del vocero es incalculable. Si alguien mata a una mujer o mata a un varón, la igualdad ante la ley está garantizada para las dos víctimas. La ley establece calificaciones agravadas cuando el motivo manifiesto de ese crimen es la condición de mujer o de varón. Es decir, no por matar a una mujer ya está establecido que es un femicidio, la causa del homicidio tiene que ser su condición sexual. El juicio hipotético sobre el que se funda este pensamiento jurídico doctrinario es el de la igualdad de posibilidades: si todos tenemos las mismas condiciones de posibilidad frente a las situaciones a las que nos enfrentamos, el trato jurídico que corresponde a los comportamientos de las personas debe ser el mismo. Pero ese no es el caso de los femicidios, crímenes causados por la condición de la víctima: ser mujer. No se trata de cualquier crimen, o situación violenta contra las mujeres, se trata de situaciones de violencia física y asesinatos por causa del sexo de la persona. Para ser más claro: la posibilidad de sufrir una muerte violenta de la periodista mujer por causa de ser mujer, no es la misma que la que va a tener el vocero por causa de ser varón.

Está claro que el juicio hipotético definido por la ley de género establece la necesidad de proteger a las mujeres de crímenes aberrantes cometidos por causas de este mandato cultural. Pero, como sostiene Luigi Zoja, es necesario al mismo tiempo tomar conciencia de esta realidad, crear una nueva definición de la masculinidad que sea más flexible, más inclusiva y más respetuosa con la diversidad de géneros, y que parta de una verdadera crítica a los mandatos familiares, escolares, y de todas las instituciones de la comunidad. Esto requiere una reevaluación de los roles de género y una mayor conciencia de la forma en que se construyen y se viven los roles de varones y mujeres, y cualquier otra identificación.Lo que está en crisis es el sentimiento sobre el rol de los varones en la sociedad. En términos economicistas: ¿en qué pueden ser productivos los varones? ¿Cómo ampliamos el catálogo de posibilidades de acción positiva para la sociedad de sus miembros masculinos? Sin duda este debería ser la tarea principal del “Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad”. Podríamos pensar no en eliminarlo, sino en cambiarle el nombre por el de “Ministerio de la Masculinidad en Crisis y el Fin del Patriarcado”.

(*) Lic. en Administración; Lic. en Comercio Internacional; Especialista en Gestión de la Economía Social y Solidaria (EGESS-UNQ); Maestrando en Economía Social (MAES-UNGS) y Experto Internacional en Planeamiento Educativo (IIPE-UNESCO). E-mail: [email protected]

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