Las controversias disparadas por la decisión de retirarle las asignaciones que cobraba en su condición de ex presidenta y viuda de un presidente han venido a revelar que, a las muchas virtudes que adornan su personalidad, Cristina Kirchner suma el don de la bilocación. Se trata de la capacidad de estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo, que en su caso parece haberse limitado al ámbito administrativo.
Como cualquier cristinista aplicado sabe, Cristina abandonó en 2005 la banca de senadora nacional en representación de Santa Cruz que ocupaba desde 2001 para pasar a cumplir idénticas responsabilidades institucionales en representación de la Provincia de Buenos Aires.
Tal enroque resultaba en ese momento indispensable para servir mejor a la Patria, ya que su esposo Néstor la necesitaba en territorio bonaerense para batir en elecciones a la señora Hilda González, más conocida como “Chiche” Duhalde, esposa de Eduardo, ex presidente interino, jefe político del peronismo de esa región y favorecedor de Néstor que debía ser decapitado.
Los anacronismos del sistema institucional argentino impedían la bilocación parlamentaria y Cristina no podía sentarse en dos bancas simultáneamente, pero esta restricción de sus facultades paranormales pasó desapercibida porque dos años después asumió la Presidencia y consiguió quedarse en la Casa Rosada dos períodos, hasta diciembre de 2015. En 2017 volvió a ingresar al Senado nacional, otra vez en su condición de bonaerense, pero en esta oportunidad ocupó la banca solo dos años porque en 2019 la dejó para desempeñarse como vicepresidenta de su pergeño, Alberto Fernández.
Aunque el don de la bilocación se le haya negado el ámbito político e institucional, Cristina logró ejercitarlo en el administrativo con solo declarar que reside en Río Gallegos.
Al margen de que vive ostensiblemente en la muy porteña Recoleta, tampoco el hecho de haber sido senadora por la Provincia de Buenos Aires en dos oportunidades fue obstáculo para que cobrara de la ANSES el adicional por zona desfavorable para los residentes en la Patagonia: 6.354.523 pesos de los más de 35 que liga por ser ex presidenta y viuda de un presidente.
Los límites de la farsa vienen corriéndose paulatinamente en la Argentina desde hace años al punto de hacerla indistinguible del más elemental decoro.
¿Cómo podía cobrar CFK un adicional por “zona desfavorable”, encima de las ya desmedidas sumas que percibía por acumular dos asignaciones?
Tragaderas tan desmesuradas como evidentes no le impiden erigirse en paladín de pobres y ausentes, jubilados incluidos. Faltaría que vaya a reclamar algún puesto de planta permanente que dejó en la administración pública de Santa Cruz para poder desempeñar sus cargos electorales.
El episodio descubre también una concepción: como el Estado no es de nadie, no solo se puede, sino que se debe exprimirlo hasta la última gota.
Marca además las omisiones de la ANSES frente a este tipo de desvaríos y el oportunismo político. No era necesaria la ratificación de la condena de CFK por corrupción para advertir que se estaba beneficiando de un adicional a todas luces irregular.
Para engordar sus ingresos previsionales, la señora no se privó de ninguno de los recursos leguleyos que a cualquier jubilado o pensionado exento de jinetas se le niegan sin miramientos.
En el terreno electoral está por verse, pero lo que es en la ANSES no parece que a CFK la hayan proscripto demasiado.