La de octubre será la primera elección desde 2015 a la que el oficialismo provincial concurrirá sin que ninguna de sus tres figuras más importantes, Raúl Jalil, Gustavo Saadi y Lucía Corpacci, esté en la boleta.
La de octubre será la primera elección desde 2015 a la que el oficialismo provincial concurrirá sin que ninguna de sus tres figuras más importantes, Raúl Jalil, Gustavo Saadi y Lucía Corpacci, esté en la boleta.
En 2015, Corpacci y Jalil traccionaron juntos desde la cúspide la propuesta de lo que entonces era el Frente para la Victoria y ganaron sus reelecciones como gobernadora e intendente de la Capital.
En 2017, Saadi fue candidato a diputado nacional.
Dos años después, en 2019, se postuló la condensación del poderío peronista: Jalil gobernador, Saadi intendente, Corpacci diputada nacional.
En 2021, Corpacci encabezó las listas como candidata al Senado nacional y en 2023 se produjeron las reelecciones de Jalil y Saadi.
Con el trío más competitivo fuera de la oferta que estará en el cuarto oscuro, el peronismo enfrenta el desafío de encontrar candidatos que reúnan niveles importantes de representatividad, en un compromiso que, más que nunca antes, se planteará como un plebiscito a su gestión.
Si bien la importante ventaja de ser oficialismo se conjuga en esta coyuntura con la dispersión opositora, la tarea no es tan simple como podría parecer.
Jalil, Saadi y Corpacci son indiscutibles como candidatos. A lo largo de los 16 años que lleva la coalición en el poder hubo fricciones sobre el lugar que era más conveniente para cada uno de ellos, algunas bastante tensas, pero siempre se saldaron. Prescindir de cualquiera de los tres era demasiado riesgoso.
Ahora es preciso encontrar otra fórmula de eficacia similar, en una formación donde proliferan los aspirantes a una oportunidad para proyectarse pero no hay nadie que siquiera se acerque al posicionamiento y el consenso que tienen puertas adentro el gobernador, el intendente o la senadora. Consenso, además, que se trasladó hacia el padrón general en cada una de las elecciones.
La escena interpela a la conducción peronista, más que nada a Jalil y Saadi, que son los que exponen sus gestiones.
El margen para los caprichos es mucho menor. La lista nacional tiene que conjugar con las candidaturas provinciales, con el dato novedoso adicional para la ingeniería proselitista de que ambas categorías se votarán el mismo día, pero por separado: los cargos nacionales se dirimirán en boleta única y los provinciales por el método tradicional.
No basta con poner candidatos atractivos en una de las ofertas, o a la cabeza de ambas, como Corpacci senadora en 2021 o Saadi diputado en 2017. El diseño debe tener una potencia integral para.
En el peronismo se retrotraen a la experiencia de 2013. Eduardo Brizuela del Moral, derrotado apenas dos años antes en su intento de acceder a un tercer mandato como gobernador, se impuso como candidato a diputado nacional sobre Néstor “Chicho” Tomassi, designado por un corpaccismo que confiaba en la inercia de su triunfo reciente.
Fue después de ese traspié que Saadi, que se desempeñaba como secretario de Gobierno de Jalil en la Municipalidad de la Capital, entró como ministro de Gobierno en la gestión de Corpacci y la alianza oficialista comenzó a cobrar la composición que tiene, que ha demostrado ser imbatible.