El juez federal Ariel Lijo, candidato a la Suprema Corte de Justicia, emerge como vértice de convergencia entre los aparentemente inconciliables bandos que comandan Javier Milei y Cristina Kirchner.
El juez federal Ariel Lijo, candidato a la Suprema Corte de Justicia, emerge como vértice de convergencia entre los aparentemente inconciliables bandos que comandan Javier Milei y Cristina Kirchner.
La firma de la senadora nacional Lucía Corpacci en el dictamen de la comisión de Acuerdos a favor de la incorporación del magistrado a la Suprema Corte de Justicia operó como lo que Milei denomina principio de revelación. Es inverosímil que haya avanzado en una decisión de tamaña trascendencia institucional sin la anuencia de CFK, quien hacia el público protagoniza un encarnizado litigio retórico con el líder libertario.
También es revelador que el dato de la rúbrica trascendiera.
El ala libertaria mantiene la evolución del dictamen en hermético secreto. Corpacci, una de las dirigentes que secunda a Kirchner en la conducción del PJ nacional, conforma la representación kirchnerista en Acuerdos junto a José Mayans (presidente del bloque de senadores, de Formosa), Anabel Fernández Sagasti (Mendoza), Juliana Di Tullio (Buenos Aires), Claudia Ledesma de Abdala de Zamora (Santiago del Estero), Sergio Uñac (San Juan) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). Son siete de los 9 votos que requiere el despacho para que el pliego de Lijo pueda ser tratado en el recinto, donde para ser aprobado precisa el respaldo de dos tercios de los miembros presentes en la sesión.
Lo único que la prensa nacional informó fue la firma de Corpacci, con el agregado de que “acerca” a Lijo a la Corte, sin especificar la extensión de esta cercanía. Guadalupe Tagliafierri, del PRO, presidenta de la comisión y contraria a la designación de Lijo, aclaró que aún no se hizo ninguna presentación formal para tratar el tema.
Vacantes
La voluntad de Milei, según los libertarios, es que el pliego de Lijo se apruebe junto con el del catedrático Manuel García Mansilla. La dupla fue propuesta por el Presidente para suplantar a Helena Highton de Nolasco y a Juan Carlos Maqueda.
Conviene, sin embargo, considerar un detalle. Lijo fue propuesto para reemplazar a Highton de Nolasco. Es decir: para cubrir una vacante que se hizo efectiva cuando la jueza presentó su renuncia a tribunal en noviembre de 2021.
García Mansilla, en cambio, fue postulado para cubrir una vacancia que se abrirá recién a fines de diciembre, cuando Maqueda deba retirarse por haber llegado a los 75 años de edad.
El cargo al que aspira Lijo está vacante desde hace tres años; el de García Mansilla todavía no. Es un argumento razonable para justificar la disociación de ambos trámites.
¿Prefigura la firma de Corpacci la posición del kirchnerismo sobre Lijo? Una versión sostiene que al menos otros tres integrantes peronistas de la comisión ya firmaron, pero sus identidades no fueron reveladas. La senadora catamarqueña no respondió los intentos de este diario para comunicarse con ella y tampoco aparecieron manifestaciones suyas en otros medios o plataformas hasta el cierre de esta columna.
Cristina Kirchner encabezó ayer un acto en Santa Fe en el que reincidió en críticas acervas contra Milei, pero no se refirió a este tema.
Misterios
Los misterios que envuelven la gestión del pliego del juez resultan más llamativos en cuanto se los contrasta con la nitidez de las diatribas cristinistas contra Milei.
El cristinismo desacredita al libertario por todo menos por proponer nada menos que para integrar la Suprema Corte a Lijo, candidato que ostenta la extraña virtud de haber acumulado en los siete meses que lleva el trámite parlamentario de sus títulos un aluvión de objeciones a sus aptitudes profesionales, jurídicas y morales sin precedentes, incluso entre las propias filas libertarias.
Tal vez haya sido una casualidad, pero hay que anotar un recordatorio. 24 horas antes de que la firma del dictamen por parte de Corpacci tomara estado público, Milei disparó sobre la vicepresidenta Victoria Villarruel, presidente del Senado que debe tratar el pliego de Lijo y refractaria al nombramiento del juez. La condenó por mantener vínculos espurios con “la casta”.
Mutaciones de la grieta
Como también Mauricio Macri se opone a Lijo, el indicio de la firma de Corpacci esboza un escenario como mínimo extraño: Milei compensaría las reticencias a la figura de Lijo que hay entre sus supuestos aliados con el apoyo del sector del que se declara enemigo terminal, que a su vez le prestaría tal respaldo a pesar de asumirse en tal rol.
La grieta experimenta una metamorfosis en el tránsito desde la superficie hacia el subsuelo. O desde lo declamativo a lo concreto.
Interesante juego de imposturas: para el público, la estructura de la pelea es kirchnerismo/antikirchnerismo; detrás de la escena, la antinomia se unifica para promover a Lijo contra lo que sería el “antilijismo”. Las diferencias desaparecen en este tan específico y clave asunto.
Néstor Kirchner solía recomendar a los interlocutores que le reprochaban algún exceso retórico que atendieran lo que hacía antes que lo que decía.
A las críticas por la postulación de Lijo, Milei responde que necesita una Corte alineada con la Constitución liberal de 1853 y que Lijo es el único juez con los conocimientos suficientes para llevar adelante la reforma judicial que el proyecto libertario demanda. Debe entenderse que el tribunal actual no se ajusta a los preceptos constitucionales y que la mediocridad profesional e intelectual es el rasgo predominante en el universo jurídico argentino.
Desde el kirchnerismo ni siquiera se esgrimen estas estrafalarias justificaciones. El sector se circunscribe a actuar y es comprensible. Debe ser complejo explicar los motivos por los que le facilitarían al Presidente proyectar su poder sobre la Suprema Corte de Justicia.
Sería una concesión contradictoria. La Corte es el último escollo institucional contra la arbitrariedad de un líder al que, de la jeta para afuera, denigran como una amenaza letal para la Patria, al punto de que cualquier coincidencia coyuntural con él es sancionada en proceso sumario como alta traición.