lunes 3 de marzo de 2025
Cara y Cruz

La inestabilidad del Mago

La agresión del asesor Santiago Caputo al diputado Facundo Manes reveló la conmoción emocional que el escándalo del Criptogate provocó en lo que Javier Milei denomina “Triángulo de Hierro”. Es de tal magnitud que Caputo se despojó del principal elemento que sostenía su poder y lo proyectaba en el imaginario social como un temible “monje negro”: el misterio.

Caputo ya había aparecido por accidente interrumpiendo la entrevista de Milei con Joni Viale, pero es la primera vez que se expone voluntariamente.

Lo que se vio fue un sujeto incapaz de controlar sus impulsos. Tal sujeto, desestabilizado por las recriminaciones que le había hecho a su líder un legislador, tiene el mando político de los servicios de inteligencia, coordina los grupos de tareas virtuales que se dedican a hostigar y humillar disidentes y gravita de modo determinante en el circuito de toma de decisiones.

La discusión no es si fue provocado por Manes, o si las piñas que el diputado denunció fueron en realidad palmaditas en el pecho. La discusión es, o debería ser, sobre la conveniencia de que un hombre con las características que exhibió Caputo, incluido su exacerbado fanatismo por Milei, concentre semejante potencial de daño.

Manes cumplió en el mensaje de Milei ante el Congreso el rol asignado al kirchnerismo. La ausencia kirchnerista privó al Presidente de blanco para sus ladridos, cosa que lo tuvo bastante desconcertado hasta que el diputado le dio pie con alusiones a la Constitución Nacional, la designación de miembros de la Suprema Corte por decreto y el Criptogate para poder hacer catarsis. Se ve que no le bastan las adulaciones; su satisfacción requiere también la presencia de personas para agraviar.

Astuto, Manes aprovechó la vacancia dejada por los kirchneristas para ganar un protagonismo que viene siéndole reticente como única voz discordante en un teatro copado por una claque de alcahuetes.

No habrá imaginado tener tanta suerte.

Caputo lo marcó y comenzó a dispararle advertencias desde un palco, mientras Milei lo trataba de ignorante. Concluida la sesión, lo fue a buscar acompañado de un guardaespaldas y el youtuber Fran Fijap, célebre por haberse fugado de manifestantes enardecidos y recibido sopapos del dirigente piquetero Eduardo Belliboni, para reprocharle la falta de respeto.

Falla profesional uno, que lo afecta en términos personales: el “monje negro” nunca debe aparecer, mucho menos mostrar sus emociones.

Falla profesional dos, ya con impacto en el Gobierno al que asesora: Manes consiguió más visibilidad que el mensaje de su ególatra jefe.

El talento de Santiago Caputo para la comunicación política comenzaba a adquirir ribetes legendarios. Es una lástima que muestre fisuras en la primera crisis que afecta seriamente la credibilidad de Milei.

Pero no es justo ensañarse. Los tropiezos del asesor obedecen a que no hay hasta ahora ninguna narrativa verosímil que permita exculpar a Milei en el Criptogate

A Caputo lo apodan, y a él debe encantarle, “El Mago del Kremlin”. Es por Vadim Baranov, el personaje que articula la novela homónima del ítalo-suizo Giuliano da Empoli, autor también del ensayo “Los ingenieros del caos”, indispensable para comprender estos tiempos de estímulo del odio a través de las redes sociales.

“El Mago del Kremlim” tiene varias líneas narrativas, pero hay una pertinente para lo que está ocurriendo: Vadim Baranov es el asesor y operador comunicacional de Vladimir Putin.

Tal vez haya un inconveniente insalvable para Caputo: no hay Mago del Kremlin tan genial que pueda para solventar la ausencia de un estadista.

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