Juan Pablo Guerra tiene 30 años, es oriundo de San Antonio Areco, provincia de Buenos Aires y desde el 2021 documenta en sus redes sociales todas sus travesías por el país a bordo de “La Negrita”, su moto Honda Nighthawk de 250cc.
Juan Pablo Guerra tiene 30 años, es oriundo de San Antonio Areco, provincia de Buenos Aires y desde el 2021 documenta en sus redes sociales todas sus travesías por el país a bordo de “La Negrita”, su moto Honda Nighthawk de 250cc.
“Normalmente trazo un recorrido general, algunos puntos clave que me gustaría visitar. Pero la mayoría de las veces dejo que el camino me sorprenda. Si veo un cartel interesante, si alguien me recomienda un pueblo, o si simplemente me da curiosidad un desvío, lo sigo”, explicó a Infobae.
Esta filosofía de viaje, que se convirtió en la esencia de sus aventuras, hizo que conociera “por casualidad” un lugar imponente dentro de la provincia de Catamarca: dunas con más de 100 metros de altura y una pendiente de 45 grados, ubicadas en un pequeño pueblo a 10 kilómetros de la localidad de Fiambalá, departamento Tinogasta.
Juan Pablo contó que estaba recorriendo los alrededores de Fiambalá, donde planeaba quedarse tres días para explorar la Ruta de los Seismiles, cuando algo llamó su atención: arena acumulada en la banquina. “De repente, todo cambió. Había muchísima arena por todos lados, algo que no había visto antes en el camino. El paisaje se transformó”, señaló.
La curiosidad lo llevó a detenerse y comenzar a indagar entre los lugareños. Luego empezó a observar locales donde se alquilaban tablas de sandboard. “Cuando me hablaron de las dunas, enseguida supe que tenía que ir”, remarcó.
Hacer el trayecto de Fiambalá hasta Saujil en moto le llevó menos de 20 minutos. “A medida que me acercaba, el clima se volvía más árido y el calor comenzaba a sentirse con más fuerza”, recordó Juan Pablo, que lo primero que notó es que las dunas no estaban a simple vista. “Las dunas están escondidas. Desde el pueblo no las ves. Es como si Saujil las guardara como un secreto”, agregó.
Siguiendo las indicaciones que le dieron, Juan Pablo llegó a un espacio improvisado que servía de estacionamiento para los vehículos. “No hay infraestructura como tal, solo un lugar plano donde dejar tu auto o moto. Lo interesante es que no hay nadie cuidándolo, pero tampoco tenés esa sensación de inseguridad que suele haber en otros lugares. Se respira tranquilidad”, describió.
Dejó “La Negrita” bien asegurada y cargó con lo necesario: una botella de agua, protector solar y la tabla. “Es curioso, porque aunque el estacionamiento está muy cerca de las dunas, no las ves de inmediato. Hay una pequeña loma que tenés que subir, como si fuera un portal hacia otro mundo. Apenas avanzás unos metros ya te topás con ese gigante de arena que es imposible ignorar”, aseguró.
La primera vista de las dunas lo dejó sin palabras. ”La Duna Mágica”, como la llaman los turistas, es conocida por su impresionante tamaño y su entorno natural deslumbrante. Al llegar, Juan Pablo vivió una experiencia inolvidable.
“Las Dunas de Saujil son un lugar mágico no solo por su belleza, sino por cómo llegué hasta ellas. Desde la curiosidad inicial, pasando por el esfuerzo físico, hasta la recompensa de ver ese paisaje único”, señaló el joven, que emprendió su viaje por 25 días hasta llegar a Catamarca.
Fuente: Infobae