miércoles 22 de enero de 2025
Tenis

Novak Djokovic venció a Carlos Alcaraz en el Australian Open

El serbio venció al español por 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 y avanzó a las semifinales, donde enfrentará al alemán Alexander Zverev.

El serbio Novak Djokovic, séptimo preclasificado, venció en cuatro sets a Carlos Alcaraz en los cuartos de final del Abierto de Australia y se instaló entre los cuatro mejores del primer Grand Slam de la temporada. Nole, de 37 años. derrotó a su rival de 21 años por 4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 en 3h37m, en un estadio Rod Laver que lució repleto y que vibró ante el último exponente del Big Three y uno de los mejores de la nueva generación.

En la próxima instancia, el serbio jugará con el alemán Alexander Zverev, vencedor del estadounidense Tommy Paul, también en cuatro sets. Fue el primer encuentro de Grand Slam en superficie dura entre el serbio y el español, y la primera vez que se enfrentaron en un torneo grande en una instancia anterior a las semifinales.

El serbio comenzó el encuentro con una marcha menos. Prueba de eso fue el primer set, perdido a manos del joven español luego de evidenciar problemas físicos. Tras perder el noveno game -y cederle en bandeja el parcial a su rival, que definiría con su servicio-, Djokovic pidió médico y se fue al vestuario para que lo atendieran. Táctica, estrategia o... verdadera dolencia, lo cierto es que enfriar el partido no le sirvió. Alcaraz se quedó con la primera manga.

Sin embargo, en el segundo set Djokovic ya pareció otro. Refrescado mentalmente, empezó a calibrar la mira y a acertar tiros ganadores. La cancha ya no estaba inclinada y su rival no ganaba tantos puntos fáciles. En su cabeza, el serbio siempre supo que en peloteos largos su rival apelaría a la energía y a su juventud para moverlo por toda la cancha. Le convenían intercambios cortos, definiciones prematuras y apuestas por los winners. Nada de jugar desde la base. El partido ganó en intensidad y regaló varios puntos memorables. Si no fueran de generaciones diferentes, los Djokovic-Alcaraz se encaminarían a ser partidos clásicos, finales por torneos grandes; enfrentamientos que nunca defraudan a los espectadores.

Y Djokovic se quedó con el segundo parcial por 6-4 haciendo gala de su sangre fría y su temperamento. Sacó gala de su coraje y de su gen competitivo para recuperarse de sus dolencias físicas. Se aprovechó, además, de algún bajón tenístico de Alcaraz -el español se enojó con la umpire tras un fallo tardío y ya no fue ese jugador quirúrgico del primer set-. El serbio se metió en el partido tras su paso por el vestuario. Y ya no volvió a irse.

Porque el tercer set mostró lo mejor de todo su repertorio. No hubo ni noticias de sus dolencias. Y sí mostró pinceladas de su mejor tenis. Como si el documento no contara. Incombustible, Djokovic se recicló y fue lo suficientemente sagaz como para quedarse con los puntos más importantes del set. Una muestra gratis: en el séptimo game y con el marcador 4-2 a su favor, el serbio cometió su primera doble falta del partido. Estuvo 0-40 y se recuperó con un servicio a 200 kilómetros por hora. El juego, sin embargo, quedó para el español, que se puso 4-3.

La lección, en realidad, era que Djokovic estaba vivo. En el juego siguiente, el serbio se vengó. Quebró el servicio de Alcaraz con un punto para la historia y se llevó la mano derecha al oído. Miró hacia la tribuna. “No los escucho”, pareció decir. Flameaba alguna bandera serbia. El Rod Laver se venía abajo. La batalla tenística estaba en su apogeo.

Con el 5-3 y su saque, Djokovic se puso 30-0. Alcaraz recuperó e igualó, pero terminó capitulando tras un gran tiro cruzado del serbio que se le hizo indefendible. La pelota temrinó en la red. El estadio, de pie ante el tenis del gigante de camiseta azul. La cara del español lo decía todo: estaba dando lo mejor de si ante un rival que no le dejaba resquicio. Los dos jugaban un partido memorable, a puro corazón. El tablero, incólume y frío, decía que Djokovic estaba arriba dos sets a uno. Y el español, contra las cuerdas.

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El cuarto set supuso la oportunidad de Djokovic de terminar el pleito por la vía rápida. Alcaraz, claro, no le iba a entregar el encuentro sin luchar. Si algo aprendió el español de 20 años es a competir. Siempre. Sin importar quién esté del otro lado de la red. El parcial volvió a incluir puntos inolvidables, como un rally de 33 impactos de un lado y del otro que rompió las manos de los espectadores. Ambos terminaron exhaustos. Los jueces se apiadaron. El serbio, que buscaba aire, ni siquiera recibió una advertencia.

El serbio empezó el parcial con la inercia ganadora del tercer set. Quebró a su rival y se puso 2-0. Luego, 3-1 y, más adelante, 4-3. Cada punto comenzó a tener un peso específico propio. El Mosquito Juan Carlos Ferrero, entrenador de Alcaraz, alentaba desde su box. Murray, el de Djokovic, hacía lo propio con su pupilo. El octavo game puso a Djokovic contra las cuerdas: sacó 15-30. Otra vez, intercambio largo (22 golpes por lado). Ahora, con desenlace diferente: una derecha suya se fue afuera. El serbio boqueaba, extenuado. Su rival, en cambio, se hacía ancho y levantaba el puño. Tenía doble break-point. Djokovic salvó uno. Y apeló al saque y volea para igualar el marcador. En el punto siguiente, el serbio resbaló al devolver una pelota del español. La suerte le hizo un guiño: se había ido larga. Quedó en ventaja. Y definió el game a su manera, en la red, con un tiro indefendible, para ponerse 5-3. Alcaraz quedaba al borde del knock-out.

El español respondió y mantuvo su saque, por lo que la responsabilidad de definir el encuentro recaía entonces en el serbio. En juego estaba el pasaje a su ¡duodécima semifinal! del Abierto de Australia. Y su quincuagésima semifinal de un torneo de Grand Slam, más que cualquier otro tenista. Incluso más que Roger Federer, que accedió a 47 semifinales en toda su carrera. Djokovic parece hecho para jugar con presión. Se puso 30-15 y quedó a dos puntos de un triunfo tan sufrido como reconfortante. Perdió otro intercambio desde la base, quedó 30-30 y, luego, se aprovechó de un error del español para conseguir su primer match-point. El drive cruzado del español sepultó sus chances. Y depositó al serbio en las semifinales tras un partido que quedará en la historia.

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